Sin mucha idea
de a donde va,
alumbra toda mi vereda
y deja su estela.
Fue de esos momentos
que tratan de re-crear
en los grandes films.
La cama estaba llena de libros
y vos
desparramada entre ellos, al estilo marilyn
(sabiendo que naciste para ser la actriz principal.)
Me leías pequeños fagmentos de cada uno
mientras curabas mis heridas,
cuando sin previo aviso
un eco, se instaló en algún rincón vulnerable,
y te conmovió en escena.
Quizás fueron los descolocados besos
los que lograron encender la salamandra
para espantar la húmeda evidencia
del fin de un tiempo,
o quizás fue el momento en el que te miré
estirando el costadito de la sábana.
No sabría con exactitud definir
cual fue el preciso momento,
pero puedo decirte, que estando ahí
no me sentí ni tan rota, ni tan particionada.
Estaba ahí, realmente ahí
a tu lado.
Tan necesarios y
tan dolorosos.
Odio que tengas frío
quizás es porque te uso de espejo.
Odio retornar al mundano
y no recordar el cómo
o comprender el para qué.
pero lo que mas odio de todo
es que llega el otoño
y me pierdo semana por medio
a la boca del lobo.