Quizás fueron los descolocados besos
los que lograron encender la salamandra
para espantar la húmeda evidencia
del fin de un tiempo,
o quizás fue el momento en el que te miré
estirando el costadito de la sábana.
No sabría con exactitud definir
cual fue el preciso momento,
pero puedo decirte, que estando ahí
no me sentí ni tan rota, ni tan particionada.
Estaba ahí, realmente ahí
a tu lado.
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