Con el tiempo
me fui dando cuenta
de que hay charlas
que son mejor no tener
y también
que hay alarmas
que no siempre se pueden apagar.
El registro me es sagrado
y la huída, inminente.
Duele reconocer el mensaje de salida,
y mientras deshacía la cama (quizás no lo notaste)
me estaba yendo.
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